
Doña Inés
Azorín
No sé por qué motivo, Azorín llegó a mis lecturas hace unos cuantos años. Su primer libro, si no me equivoco, fue el homónimo Azorín.
Posteriormente, cuando incursioné en esta gama de escritores españoles que involucran a Ramón del Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Pio Baroja y el mismo Azorín, no solo conocí la literatura desde otro punto de vista, sino que la percibí como palabra en tránsito, es decir, desde una escritura bien estructurada que trata de proponer nuevas historias, con una visión de España en pos de un discurso renovador.
Azorín vuelve a mi vida en distintas sus facetas, tanto como novelista, ensayista e historiador. Es quien me da la centralidad y la rigurosidad de la palabra a la hora de pensar en la literatura. Azorín ha influido profundamente en mi criterio literario. Por ejemplo, recuerdo “Rivas y Larras” como un texto inspirador sobre la opinión que merecen algunos textos memorables.
Sin embargo, esta reseña trata sobre Doña Inés. Aunque fue publicada por primera vez en 1925, su lectura en la actualidad goza aún de la originalidad de los textos que, con pocas palabras, dicen muchas cosas. El libro se presenta con una dulzura y sensibilidad desgarradora, su propuesta literaria oscila entre el suspenso constante, la profundidad del pensamiento y la crítica social. Sin duda, un libro que se construyó sin apuros, con profundas reflexiones y gran gusto, sin necesidad de recurrir a la agresividad o el insulto. El argumento central de este libro se basa en el conflicto interno de Doña Inés que involucra a todos los personajes de la trama.
Sin duda, con esta obra, Azorín se posiciona como uno de los grandes escritores de la literatura universal.
Recomendado por: Gonzalo Retamal Sánchez